Cuando se enfermo el actor principal de una representación londinense de Hamlet, de Shakespeare, no había nadie quien lo reemplazará salvo un artista norteamericano cuya egolatría era mayor que su habilidad histriónica. Como era de esperarse su actuación fue fatal, pero siguió adelante ajeno al as protestas del público.
Al llegar al famoso soliloquio: "Ser o no se ..." la concurrencia, fuera de sí, empezó a interrumpirlo. En ese punto el ególatra comediante se detuvo y vociferó: "¡Oigan no me culpen a mí!". ¡Yo no escribí esta basura!
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